sábado, 19 de julio de 2008

Cambio de la guardia

Llegamos media hora antes del cambio de guardia del Palacio de Buckingham. No éramos los primeros, pues cada día cientos de forasteros se dan cita allí para ver el tradicional espectáculo. Era en el cuartel de caballería de la reina. Dos soldados son el principal atractivo de la multitud antes del cambio. Cada cierto tiempo, uno de estos soldados: joven, serio, elegante, con pasos rítmicos, precisos... emprende un corto recorrido desde su sitio en el patio hasta la puerta grande que da a la calle. Los turistas toman fotos. La seriedad del soldado es tan tentadora que de vez en cuando se oye a alguna chica decir: "¡Sonríe!".

El continúa inmutable, como si no tuviera oídos, ojos ni sensibilidad. Hace sonar sus botas militarmente cuando llega al borde de la acera, da media vuelta y regresa al sitio de donde partió para allí volver a tomar su rígida postura de estatua de cera.

Tocado por la curiosidad le pregunté al amigo inglés que nos acompañaba: "¿Harían esto los soldados cuando no hubiera nadie mirándolos?"
"¡Oh, sí!" -me respondió con orgullo-. Porque ellos no lo hacen para la gente o por la gente, lo hacen para la reina y por la reina.

Como soldado de Jesucristo aprendí una gran lección. Cualquier cosa que hagamos, estemos donde estemos, no debemos hacerlo para o por la gente, sino para el Rey y por el Rey, nuestro Señor.

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